La barra de labios está de cumpleaños.

 Fue precisamente en la Exposición Mundial de Amsterdam, en mayo del año 1883, cuando la barra de labios de forma cilíndrica, tal como la conocemos en la actualidad, aunque no en envase, sino envuelta en papel de seda,   fue presentada en sociedad por dos perfumistas  franceses.

La oferta de colorido de las barras de labios es enorme, siendo hoy en día el cosmético más vendido del mundo, utilizado por millones de mujeres. Pero no siempre ha sido así, la coloración de los labios ha estado sometida a los caprichos de la moda. A finales del siglo XIX,  por ejemplo, el maquillaje de los labios con colores  vivos no estaba precisamente bien visto en las mujeres, sólo actrices, bailarinas y prostitutas  se atrevían  a utilizarlo.

Colorear de rojo los labios no es una moda reciente. Ya se conocía en la antigua Mesopotamia, hace unos 5000 años, cuando joyas semi-preciosas eran trituradas y aplicadas a los labios a fin de darles color. Nefertiti o Cleopatra en el antiguo Egipto fueron asiduas del maquillaje de ojos y labios como podemos ver a través de las esculturas y pinturas que las reproducen.

No obstante fue en el siglo XVI, con el reinado de la reina Isabel I de Inglaterra cuando el maquillaje de los labios comenzó  a ganar popularidad. En esa época se pusieron de moda los rostros pálidos y los labios intensamente rojos cuyo color se obtenía a base de  una mezcla de cera de abejas y pigmentos rojos de las plantas.

A comienzos del siglo XX y especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial,  gracias a la industria del cine, el uso del lápiz labial se popularizó en todas las capas sociales.

Como sabéis, existe una teoría que vincula  las barras de labios a las épocas de crisis. Según dicha teoría, la venta  de barras de labios se  incrementa de forma notable en tiempos de crisis,  en especial las de color rojo. A este fenómeno se le conoce como“lipstick effect” o “teoría del pintalabios”.

Considerando que el color rojo para los labios está más de moda que nunca, no cabe la menor duda de que seguimos en  crisis.