Sanidad da luz verde al uso de la toxina botulínica de Allergan para las patas de gallo.
Como profesional de la estética te interesa saber que el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad ha autorizado el uso de la toxina botulínica tipo A de Allergan, cuyo nombre comercial para fines estéticos es ‘Vistabel’, para el tratamiento de las ‘patas de gallo’ moderadas o severas, las arrugas que se forman con la edad en el ángulo externo de cada ojo.
Esta autorización de comercialización se basa en los resultados del programa global de ensayos clínicos en fase III, que incluyó dos estudios clínicos aleatorizados, multicéntricos y controlados con placebo realizados con 1.350 personas con patas de gallo.
En estos estudios se cumplió el criterio de valoración principal y se demostró que las personas que fueron tratadas con ‘Vistabel’ apenas presentaron patas de gallo o incluso ninguna el día 30, según la evaluación del investigador en comparación con los pacientes que no recibieron tratamiento con toxina botulínica tipo A.
Además, esta reducción significativa en la aparición de patas de gallo se mantuvo como media durante 4 meses después del tratamiento. La toxina fue generalmente bien tolerada y los pacientes aseguraban que parecían más jóvenes y más atractivos.
En cuanto a los efectos secundarios, las tasas de incidencia fueron variables pero, en general, las reacciones adversas ocurrieron en los primeros días posteriores a la inyección y fueron temporales.
A partir de esta aprobación, este producto se podrá usar de forma independiente o simultánea con el tratamiento de las arrugas glabelares que aparecen cuando se frunce el ceño al máximo en pacientes adultos, una indicación que ya estaba aprobada en España.
«Estamos orgullosos de proporcionar esta importante innovación a los especialistas en medicina y cirugía estética, ya que les permitirá tratar las arrugas glabelares y las patas de gallo por separado o simultáneamente», ha reconocido Paul Navarre, presidente de Allergan EAME.
No obstante hay que tener en cuenta que los efectos de la toxina botulínica duran una media de cuatro meses, por lo que conviene plantearse el ofrecer otros tratamientos alternativos en cabina para aquellos pacientes con prevención hacia esta sustancia.
Fuente: Europa Press